Bruselas/Londres (Euractiv.com/.es) – Las empresas y agricultores británicos han celebrado el reciente acuerdo comercial, que incluye un capítulo alimentario, entre Reino Unido y la Unión Europea (UE) aunque los más críticos aseguran que las normas británicas sobre edición genética, las patatas fritas con sabor a beicon ahumado y la posible prohibición del foie gras francés podrían estar en peligro.
En la cumbre celebrada el mes pasado, la UE y el Reino Unido acordaron, entre otros elementos, crear un espacio «común» de seguridad alimentaria para eliminar la mayoría de los controles fronterizos y reactivar el comercio a través del Canal de la Mancha.
Las conversaciones sobre los detalles concretos se desarrollarán en los próximos meses, pero la perspectiva de menos atascos en la frontera tras el Brexit ha animado a los sectores empresarial y agrícola británicos.
«La UE es, de lejos, nuestro mayor mercado. Alrededor del 70% de nuestro volumen de exportación de alimentos va a la UE, es siete veces mayor que cualquier otro mercado de exportación, y le sigue Estados Unidos», comentó Tom Bradshaw, Presidente de la Unión Nacional de Agricultores (NFU) durante una audiencia esta semana en la Cámara de los Lores.
El gobierno británico asegura que el acuerdo ofrecerá precios más bajos y más variedad de elección en los supermercados.
A cambio de la reducción de los controles, Londres se ha comprometido a cumplir con la legislación alimentaria de Bruselas, desde los pesticidas hasta las indicaciones geográficas.
Para la NFU, respetar las normas de la UE podría merecer la pena.
«No se puede tener todo (…) hay que aceptar que si queremos contar con un mejor acceso a nuestro mayor cliente (la UE), hay que jugar a su favor», explica.
Los exportadores británicos están de acuerdo. William Bain, responsable de política comercial de la Cámara de Comercio Británica, aseguró ante el Parlamento que cumplir con las normas de la UE tiene una «gran recompensa».
«La industria alimentaria gastaba una media de 60 millones de libras (70 millones de euros) al año en certificados sanitarios de exportación para trasladar [productos animales y vegetales] de Gran Bretaña a la UE» con la esperanza de que un acuerdo sanitario y fitosanitario impulse esas exportaciones hasta en un 20%, comentó Bain.
Aunque el acuerdo alcanzado en la cumbre entre la UE y el Reino Unido no establece un calendario concreto, Bradshaw asegura que se le ha comunicado que el futuro acuerdo en la materia se aplicaría como muy pronto en enero de 2027.
El acuerdo también prevé una «breve lista de excepciones limitadas», agrega.
Edición genética y foie gras
El futuro acuerdo ha suscitado dudas sobre qué pasará con las normas británicas de edición genética, consideradas un sello distintivo del Brexit.
Mientras que Londres suavizó las restricciones a determinados cultivos genéticamente modificados tras abandonar la UE, Bruselas sigue negociando su propio marco, más estricto.
Durante la audiencia parlamentaria de esta semana, Bradshaw señaló que el gobierno de Reino Unido debería luchar por una cláusula de excepción que le permita mantener su legislación en ese terreno.
«Existe un riesgo real de que cortemos [la investigación] de raíz y limitemos [nuestra] capacidad de (…) impulsar esta tecnología», advirtió.
Pero las divisiones entre la UE y el Reino Unido sobre la política alimentaria es más profunda, y afecta también al emblemático foie gras francés.
El ministro británico de Medio Ambiente, Steve Reed, prometió hace un año prohibir la importación de foie gras al Reino Unido, donde su producción está vetada desde hace casi una década en relación con cuestiones de bienestar animal.
Los grupos de defensa de los derechos de los animales temen ahora que el acuerdo con Bruselas deje en papel mojado la promesa de Reed.
El gobierno laborista sólo les ha dado algunas garantías.
«Los detalles del acuerdo están sujetos a negociación, pero el Gobierno ha sido claro con la UE sobre la importancia de poder establecer normas estrictas de bienestar animal», comentó el ministro británico de Agricultura, Daniel Zeichner, en respuesta a una pregunta parlamentaria la semana pasada.
Aromas ahumados
La lista de posibles escollos es larga. Las normas de la UE sobre los aditivos alimentarios también están en el punto de mira.
Bruselas decidió recientemente prohibir determinados aromas ahumados utilizados en alimentos que van desde jamones y quesos hasta patatas fritas y salsas, después de que la autoridad de seguridad alimentaria de la UE no pudiera descartar riesgos relacionados con el cáncer.
Los conservadores británicos están en pie de guerra ante la posibilidad de que Londres haga lo mismo.
«La rendición de los laboristas ante el tocino ahumado es sólo el último capítulo de la traición servida por su acuerdo con la UE», comentó el diputado Richard Holden en declaraciones a The Telegraph.
Por su parte Nigel Farage, abanderado del Brexit, declaró al mismo rotativo que no sólo está en juego el bacon ahumado, sino toda la política de investigación de Reino Unido.
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(Editado por Owen Morgan/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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