Berlín (Euractiv.de/.es) – Las emisiones de gases de efecto invernadero que generan, entre otros, automóviles y calefacciones de gas en Alemania ponen en peligro el cumplimiento de los objetivos climáticos de Berlín, al tiempo que comprometen también los de la Unión Europea (UE), según han advertido varios expertos.
La UE está inmersa en un proceso de reducción de emisiones de un 54% respecto a los niveles de 1990 para finales de la década, según confirmó la Comisión Europea la semana pasada en base a su última evaluación de los planes nacionales de los socios comunitarios sobre energía y clima a largo plazo.
Si se aplicaran en su totalidad, esos planes dejarían al bloque europeo justo por debajo de su objetivo del 55% para 2030.
Sin embargo, según la evaluación del Ejecutivo comunitario, a pesar del precio del carbono que se aplicará a las emisiones de los automóviles y la calefacción, la producción de gases de efecto invernadero en Europa procedente de estos y otros sectores cubiertos por la normativa climática del denominado «esfuerzo compartido» será mucho mayor de lo previsto inicialmente.
En lugar de emitir el equivalente a 1.510 millones de toneladas de CO₂ en 2030, se prevé que estos sectores emitan 1.550 millones de toneladas: y los datos apuntan a Alemania como principal responsable de ese descuadre.
Mientras que la mayor parte de socios de la UE está en vías de cumplir sus objetivos de reparto del esfuerzo, que varían en función de los niveles de renta nacional, se prevé que Alemania supere su objetivo en un 20%, con la emisión de cerca de 290 millones de toneladas al año en 2030 en lugar del máximo previsto de 245 millones de toneladas.
El pasado mes de abril, menos de uno de cada cinco coches y furgonetas nuevos matriculados en Alemania eran totalmente eléctricos, a pesar del aumento de las ventas, con una cuota de mercado algo superior a la media de la UE, pero muy inferior a la de sus vecinos Bélgica, Dinamarca y Países Bajos.
Por otro lado, Berlín ha abandonado su objetivo –y promesa- de instalar 500.000 bombas de calor al año a partir de 2024.
Según las normas de la UE en vigor, Bruselas debería intervenir para exigir un plan concreto que cierre esa brecha en las emisiones contaminantes.
Sin embargo, preguntado por Euractiv, un portavoz de la Comisión sólo comentó que Bruselas «seguirá trabajando» con los países de la UE para colmar las lagunas, y se remitió al próximo informe anual de situación sobre acción climática, cuya presentación está prevista para el próximo mes de octubre.
Sólo entonces –según el portavoz- la Comisión Europea «pedirá planes de acción corregidos, cuando sea necesario» a los países que no avancen lo suficiente, lo cual supone un cambio respecto al plan original de Bruselas de exigir medidas tan pronto como se prevea un déficit.
Alemania y otros países «que no alcancen su objetivo para 2030 recibirán normalmente una carta de la Comisión Europea y presentarán un plan de mejora en un plazo de tres meses», explica Jakob Graichen, experto del Öko-Institut alemán.
Berlín, explica Graichen, «necesita urgentemente nuevas medidas para cumplir sus objetivos climáticos», sobre todo porque el gobierno de coalición de la democristiana CDU (PPE) y el Partido Socialdemócrata (SPD/S&D) quiere relajar los requisitos para que el sector de la construcción reduzca su huella de carbono.
La amenaza del precio del carbono
Bruselas, por su parte, confía en que el próximo precio del CO2 para las emisiones del transporte por carretera y los edificios -conocido como ETS2- mantenga a su alcance el objetivo de reducción del 55%.
Está previsto que ese esquema entre en vigor en 2027.
«Si el ETS2 sigue existiendo, se podrán cumplir los objetivos climáticos en el sector del transporte y la calefacción», asegura Graichen.
No obstante, en el seno de la UE crece rápidamente el rechazo a un nuevo precio del carbono. Polonia y Chequia están presionando para aplazar ese régimen.
Francia –con el recuerdo aún fresco por las protestas de los «chalecos amarillos» de 2018, desencadenadas por un impuesto ecológico al combustible– también teme que el aumento de los precios en los surtidores y en las facturas del gas provoque malestar social.
Una vez más, Alemania podría tener parte de culpa. Según Graichen, los millones de coches de gasolina y diésel y los sistemas de calefacción de gas del país harán subir el precio del carbono a todos en Europa.
«A Europa le costará caro si Berlín no hace nada», advierte el experto.
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(Editado por RH/AW/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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