Bruselas (Euractiv.com/es) – El Presidente de Rusia, Vladimir Putin, que parece no tener intención de acabar con la guerra de Ucrania, tiene otro problema, con forma de patata, en el que ya no puede ayudarle ni siquiera su estrecho aliado Bielorrusia.
La estrategia bélica del Kremlin –aparte de la estrictamente militar- de reducir drásticamente las importaciones de alimentos de los países occidentales «hostiles» ha provocado una crisis en el suministro de ese alimento básico, lo que ha disparado los precios en los supermercados y un replanteamiento de la política agro comercial en Bielorrusia.
«No tenemos suficientes patatas», comentó Putin esta semana en televisión.
Moscú lleva meses esforzándose por conseguir más patatas, agotando incluso las reservas de Bielorrusia, su viejo aliado.
Durante el mismo programa de televisión, Putin comentó que cuando pidió ayuda al pesidente bielorruso, Alexander Lukashenko, le dijeron que los suministros ya «se habían vendido a Rusia».
La producción de patatas cayó en 2024 un 14% en Rusia y un 23% en Bielorrusia en comparación con el año anterior debido a las malas condiciones de cultivo.
Como consecuencia, los consumidores rusos vieron cómo el precio de este alimento básico culinario se disparaba hasta un 92%.
Pero las condiciones climáticas desfavorables no son las únicas culpables.
Según Alex Kokcharov, analista geopolítico para Rusia y Europa del Este de Bloomberg Economics, la escasez del tubérculo es debida en parte también a la decisión de Moscú en enero de 2024 de restringir las importaciones de semillas de los países que figuran en su lista de «hostiles», que incluye a todos los Estados miembros de la Unión Europea (UE).
«Es probable que esto esté vinculado a [una] política de sustitución de importaciones», comenta Kokcharov, al tiempo que añade que las cuotas restrictivas a las patatas «afectaron la temporada de 2024».
La búsqueda de la autosuficiencia ha llevado a Moscú a reducir sus importaciones de patatas de siembra en un alarmante 93% en un solo año y a dejar de depender de la UE, uno de los principales proveedores antes de la invasión de Ucrania, en febrero de 2022.
Rusia prohibió en 2023 la importación de material de siembra de patatas de los Países Bajos, que fue un proveedor clave.
Bielorrusia está desbordada
Ante la actual escasez de patatas y la posibilidad de que las albóndigas Vareniki se conviertan en un producto de lujo, Moscú aumentó el pasado noviembre las importaciones libres de impuestos de este tubérculo procedente de «países amigos» como Bielorrusia y Egipto.
Pero ahora las reservas de Minsk se están agotando y la paciencia de Lukashenko se está agotando.
El presidente bielorruso, aferrado al poder desde hace años, ha arremetido contra sus altos funcionarios por la disminución de las reservas de patata del país.
«Os advertí el año pasado de cómo debían almacenarse [las patatas ] (…) Dios me libre de pasar por [una bodega] y que no esté llena hasta el techo», aseguró en una reunión con miembros de su gobierno en febrero pasado, según informóBNE .
Por otra parte, acusó a los agricultores bielorrusos de no colaborar para solventar el problema.
«Planté estas verduras en un invernadero para ver si era posible. Resulta que sí, así que ¿por qué no lo hacéis?», comentó el hombre fuerte del país.
Aun así, los expertos afirman que la férrea política de control de precios del país no ayuda.
«Los productores bielorrusos prefieren exportar a Rusia, donde pueden decidir los precios», aseguró Kokcharov.
A pesar de la escasez de patatas en su país, Lukashenko parece decidido a no defraudar a Putin y, de paso, hacer un poco de caja.
“Tenemos que ayudar a nuestros hermanos rusos”, comentó el miércoles de esta semana.
Al fin y al cabo, no es caridad.
“Los precios son altos y se puede ganar dinero”, declaró Lukashenko a los medios estatales del país.
Pero la oposición le acusa de pasarse de la raya.
«Los bielorrusos se enfrentan a una escasez de patatas -nuestro alimento básico nacional- y, sin embargo, el régimen sigue enviando enormes cantidades a Rusia», explica a Euractiv la opositora Sviatlana Tsikhanouskaya desde Vilna (Lituania), donde vive desde 2020.
«No hablamos sólo de patatas. Hablamos de un sistema que pone la política y la lealtad al Kremlin por encima de las necesidades básicas de sus ciudadanos«, añade.
Tsikhanouskaya está indignada, pero no sorprendida. «Lukashenko siempre intenta exprimir al máximo el comercio con Rusia, aunque eso suponga que la gente corriente de Bielorrusia sufra», subraya.
Un guiño a Occidente
Pero ahora, Minsk mira a Occidente para reabastecerse.
Bielorrusia levantó el martes de esta semana el embargo a las importaciones de patatas y otros alimentos básicos procedentes de los llamados países «hostiles», incluidos los de la UE, en un gesto que calificó de «buena vecindad«.
Mientras tanto, Bruselas se prepara para aumentar los aranceles a las importaciones agroalimentarias de Rusia y Bielorrusia.
«Una vez más, Bielorrusia demuestra su carácter abierto y garante de la paz», según el comunicado de Minsk, citado por la agencia Interfax.
Está previsto que el incremento de aranceles de la UE entre en vigor en julio, tras su aprobación formal por el Consejo.
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(Editado por SM/JP/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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