Draghi vio venir el «meteorito»: un año después, Europa sigue sin levantar cabeza

Andrea Dugo es Economista en el Centro Europeo de Economía Política Internacional (ECIPE) de Bruselas. Sus investigaciones se centran en la política económica y de competitividad europea y en el impacto del cambio tecnológico en las economías avanzadas.

En la sátira de Adam McKay Don’t Look Up(2021), dos científicos descubren un cometa que se dirige directamente hacia la Tierra. Instan a políticos, medios de comunicación y empresarios a tomar medidas. Todos asienten, se pronuncian discursos, pero no ocurre nada hasta que es demasiado tarde.

La película era ficción, pero sus temas centrales -la obviedad del problema y la ilusión del tiempo- resuenan demasiado bien con la actual situación económica de Europa.

Hace un año, Mario Draghi publicó su histórico informe sobre la competitividad de Europa. Era una clase magistral de diagnóstico: muy poca innovación, muy pocas empresas globales, mercados de capitales que no consiguen financiar el crecimiento y una jungla regulatoria que acaba con la escala y la agilidad.

Nada de esto era nuevo. Economistas y grupos de reflexión llevaban años predicando lo mismo. La contribución de Draghi fue condensar esas verdades en una única y autorizada advertencia. El cometa fue avistado. Su trayectoria estaba clara.

Los líderes europeos prometieron actuar, pero doce meses después, la acción escasea. De 176 propuestas, la mayoría siguen en los cajones de Bruselas o en consultas preliminares.

El gasto en I+D sigue estancado en el 2,2% del PIB, muy por debajo de Estados Unidos, Japón o Corea del Sur. Los mercados de capitales siguen subdesarrollados y prefieren el ladrillo y los bonos a las empresas innovadoras.

Se promete una simplificación de la normativa, pero la tramitación legislativa se parece más a una nueva oleada de normas que a un verdadero alivio. En política industrial, Draghi advirtió contra las carreras de subvenciones entre los miembros de la UE. Irónicamente, la respuesta de Bruselas ha sido flexibilizar aún más las normas sobre ayudas estatales.

Pero aunque todo el mundo está de acuerdo en que el estancamiento de Europa es un problema -y la Comisión Europea incluso ha elaborado una «Brújula de la competitividad» para poner en práctica las propuestas de Draghi-, seguimos sentados y evaluando.

El diagnóstico de Draghi es indiscutible, lo que hace que la inercia sea más difícil de excusar. En 2011, las economías de la UE y de Estados Unidos se situaban ligeramente por debajo de los 16 billones de dólares cada una.

Pese a tener menos población, la economía estadounidense es 1,5 veces mayor. La productividad ha ido a la zaga durante décadas: en 1990, la productividad laboral por hora de la UE y de EE.UU. era igual; ahora la de EE.UU. es aproximadamente un tercio superior.

Estados Unidos gasta cada año cerca de 400.000 millones de dólares más en I+D que todos los países de la UE juntos. Y esto en un momento en que la deuda pública y los déficits de gran parte de Europa están aumentando.

El reto es, como dijo Draghi, «existencial» Pretender lo contrario es como asegurarnos de que el cometa podría fallar su blanco, de algún modo.

La gran ilusión es que Europa tiene tiempo. Cuando Draghi informó al Parlamento Europeo a principios de este año, advirtió de que «nuestras respuestas políticas pueden quedar obsoletas tan pronto como se produzcan» Tenía razón.

Estados Unidos y China van a la cabeza en inteligencia artificial (IA), cuántica y tecnologías verdes. En estos sectores, la escala y la velocidad deciden los ganadores. Las startups tecnológicas europeas atraen sólo una décima parte del capital riesgo que fluye hacia sus homólogas estadounidenses.

Mientras Europa debate durante años, otros actúan en meses. Cada retraso, cada medida a medias, amplía la brecha.

Las consecuencias no son abstractas: un continente que no crece pierde espacio fiscal, peso geopolítico y capacidad para financiar su Estado del bienestar.

Sin crecimiento de la productividad, las sociedades que envejecen no pueden mantener su nivel de vida. Sin empresas competitivas a escala mundial, Europa no puede establecer normas ni asegurar sus tecnologías. Sin una economía vibrante, su fuerza democrática se erosiona. Este es el cometa de Europa, y ya está entrando en la atmósfera.

¿Qué hacer? El informe de Draghi ofrece el plan maestro: un aumento espectacular del gasto en I+D, canalizar el ahorro privado hacia capital riesgo productivo, cortar los nudos reglamentarios que impiden a las empresas escalar en el mercado único. Pero la agenda debe ir más allá. Una agencia europea similar a ARPA podría encabezar los avances en IA, cuántica, biotecnología y otros sectores de alta tecnología.

La reforma energética es vital: reestructurar los mercados de la electricidad y aliviar los costes de las industrias que consumen mucha energía. Una Autoridad Industrial Europea de Defensa consolidaría la contratación y aumentaría la escala, mientras que un verdadero mercado único exige eliminar las persistentes barreras internas a los negocios transfronterizos. No faltan recomendaciones políticas, pero sí voluntad política.

En Don’t Look Up, los políticos se demoran, distraídos por las encuestas y los intereses particulares, hasta que es demasiado tarde para actuar.

Europa aún tiene una oportunidad. Pero las ventanas se cierran. Los líderes europeos no pueden limitarse a reconocer el problema publicando un informe o celebrando una cumbre.

«Debemos temer de verdad por nuestra autopreservación», advirtió Draghi. A menos que Europa actúe ahora, pronto descubrirá que el cometa ya ha golpeado.

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(Editado por Euractiv.com/.es)

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