Baikonur (Kazajstán/Euractiv) – Antes del lanzamiento de cada cohete soviético, los cosmonautas daban una patada a la lanzadera antes de subirse al vehículo espacial. Hoy, en las polvorientas estepas de Asia Central, el gobierno de Kazajstán intenta poner en marcha su industria espacial nacional, al margen de la influencia rusa.
Astana está tomando medidas para reabrir cuanto antes el cosmódromo de Baikonur transformando este centro desértico -que en gran parte sigue arrendado a Rusia- en un puerto espacial de vanguardia para las nuevas empresas de cohetes de todo el mundo.
En la estepa kazaja, los técnicos ajustan un imponente mástil de cable -la «quinta pata»- en la primera plataforma de lanzamiento del complejo Zenit de Baikonur. Está diseñado para suministrar energía al cohete ruso Soyuz-5, que lleva mucho tiempo retrasado y cuyo primer vuelo de prueba está previsto para diciembre. Y el tiempo corre.
«No hay tiempo que perder», grita Azamat Doszhanov, jefe de la agencia espacial kazaja KazCosmos en Baikonur, por encima de las ráfagas de viento y polvo.
Para la antigua república soviética, esto es algo más que el lanzamiento de otro cohete. La mejora del emplazamiento Nº45 gracias a 1.300 millones de euros -financiado íntegramente por Astana- es la pieza central de una apuesta más amplia: convertir Baikonur, en declive desde hace tiempo, en un centro de inversión extranjera y nuevas empresas espaciales.
Nacido en la URSS
Construida en los años 50 durante la era soviética, Baikonur fue el corazón de la carrera espacial de la URSS, con el lanzamiento del primer satélite en 1957 y el primer ser humano en órbita, Yuri Gagarin, en 1961.
(Plataforma de lanzamiento de Gagarine – Fotografía de Emma Collet)
Dado que es mucho más eficaz lanzar satélites desde lugares lo más cercanos posible al ecuador, la ciudad provincial de Baikonur tenía una importancia estratégica para la Unión Soviética.
Su ubicación en Kazajstán era tan importante para el Kremlin como lo es para la NASA el Centro Espacial Kennedy de Florida o para la Agencia Espacial Europea (ESA) el Centro Espacial de la Guayana, situado en los confines de América Latina, en uno de los territorios franceses de ultramar.
Tras la desintegración de la URSS, el cosmódromo -situado en el recién independizado estado de Kazajstán- fue arrendado a Rusia hasta 2050 y hoy ocupa una superficie de 6.700 km².
Pero el punto de inflexión llegó en 2022, cuando la invasión de Ucrania por Rusia desencadenó la aprobación de varios paquetes de sanciones y puso fin a la mayor parte de la cooperación con las agencias occidentales. Los lazos con la ESA se cortaron rápidamente, después de que los ingenieros de Roscosmos dejaran el puerto espacial de Kourou, en la Guayana francesa, abandonando dos viejas lanzaderas Soyuz.
Además, el escándalo provocado después de que Roscosmos se incautara de 36 satélites pertenecientes a la empresa británica OneWeb en marzo de 2022 redujo las perspectivas del lugar como importante base de lanzamiento para misiones internacionales.
«Después de eso, pocos querrán lanzar desde Baikonur», afirmó Nurlan Aselkan, editor de la revista kazaja Space Research and Technology.
En la actualidad, cuando el puerto espacial celebra su 70 aniversario, sólo tres de sus diez plataformas de lanzamiento están activas: una para el programa Soyuz-2 y dos para el Proton-M, un cohete de carga pesada que durante mucho tiempo fue fundamental para los vuelos espaciales rusos, pero que ahora se está retirando debido a su combustible altamente tóxico.
Soyuz-5: ¿un salvavidas viable?
Gestionado por la empresa conjunta ruso-kazaja «Baiterek», el programa Soyuz-5 -un cohete de clase media con una carga útil de 17 toneladas- es el mayor proyecto actualmente en curso en Baikonur.
Está diseñado para transportar satélites y sondas a la órbita terrestre baja, con entre seis y ocho lanzamientos anuales previstos a partir de 2028. Pero los expertos son cautos sobre su potencial para reactivar el cosmódromo y rivalizar con SpaceX, de Elon Musk.
«No veo a ninguna empresa europea u occidental interesada en lanzar satélites», explica Bart Hendrickx, experto en los programas espaciales rusos y profesor de la Universidad de Gante (Bélgica).
Hendrickx considera que la tecnología espacial rusa está sufriendo mucho las sanciones debido a su dependencia de componentes europeos y estadounidenses para los satélites. Como consecuencia de ello, muchos proyectos están paralizados desde 2022.
Incluso la empresa espacial nacional kazaja Garysh Sapary -que colabora con Airbus en la fabricación de satélites- ha dejado de utilizar Baikonur tras las sanciones. «Era mucho más barato lanzar desde allí», afirma Kayirzhan Khozhayev, presidente del consejo de administración de la empresa.
Una dura competencia
El aislamiento de Baikonur ha pesado mucho en la industria aeroespacial kazaja, que lleva tiempo buscando la diversificación y una mayor independencia de Rusia.
Como respuesta a la competencia mundial, las autoridades kazajas han planteado la idea de construir un lanzador ligero nacional. Pero atraer la inversión necesaria ha resultado difícil. Las razones están en la propia estructura de Baikonur, explica Sergey Sopov, fundador y primer director de la Agencia de Investigación Espacial de Kazajstán.
«Esta situación es un callejón sin salida tanto para Kazajstán como para Rusia. Moscú es un mero inquilino y no gasta dinero en el mantenimiento de estos complejos, sin opciones ni posibilidades de desarrollo futuro», afirma Sopov.
Ahora que Moscú tiene su propio cosmódromo de Vostochny, en el Lejano Oriente ruso -con un primer lanzamiento en 2016-, los intereses estratégicos están en otra parte, añade.
(Complejo «Zenit» de Baikonur, propiedad de Kazajistán – Foto de Emma Collet)
No obstante, una razón para el optimismo se fundamenta en la evolución del estatus territorial de Baikonur.
Aunque gran parte del emplazamiento sigue bajo arrendamiento ruso, Kazajistán adquirió en 2018 el centro de lanzamiento y ensamblaje Zenit, de 100 km², y a principios de este año se hizo cargo de la antigua plataforma de lanzamiento «Gagarin», que ahora es una atracción turística.
Eso abre la puerta a que Astana negocie directamente con operadores extranjeros.
«Todavía hay una serie de emplazamientos sin utilizar, como complejos de ensamblaje y plataformas de lanzamiento, cuyo estatus no se ha definido. Esa cuestión se debe debatir activamente», explica Stan Rudenko, director general de Aspire Space Technologies, con sede en Dubai, quien añade que su empresa mantiene conversaciones avanzadas con las autoridades kazajas para trabajar en Baikonur.
La agencia espacial francesa, CNES, también busca operadores para hacerse con las instalaciones de lanzamiento no utilizadas del puerto espacial de la ESA en la Guayana Francesa -incluidas las abandonadas por Roscosmos-, lo cual abre la perspectiva de una competencia mundial entre las antiguas plataformas de lanzamiento por nuevos negocios.
Zona económica especial para el espacio
Para aprovechar el potencial del emplazamiento, Kazajstán prevé crear una zona económica especial para «proyectos espaciales nacionales y nuevas empresas extranjeras».
El primer ministro kazajo, Olzhas Bektenov, ha confirmado que existen conversaciones en curso con la empresa india Skyroot, la china Deep Blue Aerospace y varias empresas europeas.
«Hemos hablado brevemente de opciones para plataformas de lanzamiento o solicitudes conjuntas de subvención», según Christian Schiemer, Director General de la alemana Hympulse. Otras empresas interesadas son las alemanas OHB y Rocket Factory Augsburg, así como Airbus Defence & Space y la luxemburguesa SES.
Las autoridades kazajas presentarán más detalles en un foro que se celebrará en septiembre en Almaty.
El objetivo es ofrecer exenciones fiscales, procedimientos aduaneros simplificados y contratos de arrendamiento a largo plazo a las empresas dispuestas a establecer su base de operaciones en Baikonur , o al menos en Kyzylorda, la capital regional, a 300 km de distancia.
Sin embargo, algunos en el sector se muestran escépticos. «Aparte de un desierto y unos pocos proyectos de infraestructuras, Kazajstán tiene poco que ofrecer a los inversores extranjeros», afirma una fuente del sector aeroespacial, al tiempo que señala que la ciudad de Baikonur y los dos aeropuertos cercanos siguen bajo control ruso y llevan décadas inactivos.
Mientras las empresas occidentales dudan, China avanza. Durante la visita del líder chino, Xi Jinping, a Astana el año pasado, Pekín prometió 100 millones de yuanes (13 millones de euros) para proyectos espaciales conjuntos.
Las nuevas empresas chinas, activas en el lanzamiento de satélites comerciales, podrían convertirse en los primeros operadores extranjeros en utilizar las instalaciones de Baikonur, que están bajo jurisdicción kazaja.
Para Astana, los intereses de Pekín suponen tanto una oportunidad como un riesgo: si bien la participación china podría insuflar nueva vida a Baikonur, también podría atar el puerto espacial una vez más a un único socio extranjero , al igual que hizo Rusia en el pasado.
(Baikonur, señal – Fotografía de Emma Collet)
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(Editado por Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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