Bruselas (Euractiv.com/.es) – Empieza con aceite de oliva, bañando trozos de pollo y conejo, dorados hasta que estén dorados y crujientes. Luego vienen las verduras. El tomate rallado llega a la sartén, teñido de amarillo por el azafrán y de rojo por el pimentón.Una vez que el caldo está en su punto, se esparce el arroz en forma de cruz alrededor de la sartén, tal y como manda la tradición.
Se deja cocer a fuego lento. Si todo va bien, acabará con una paella de arroz seco y con la preciada capa inferior crujiente, conocida en valenciano como socarrat.
O no.
Esta periodista procede de la cuna de la paella, y lo reconozco: no es un plato fácil. Nací y crecí en Sueca, en la Comunidad Valenciana, a orillas del Mediterráneo. Se encuentra en medio de 21.000 hectáreas de marismas, donde la humedad y el clima cálido son ideales para el cultivo del arroz.
Y con el arroz llegó la paella, antaño comida de campesinos, que ahora se cocina en todo el mundo.
No todos los arroces son iguales
Pero no todos los arroces se comportan igual: una elección equivocada puede arruinar el plato. Y a medida que más arroz importado llega a los supermercados españoles, los productores valencianos advierten de que cada vez es más difícil para los consumidores saber lo que hay en la bolsa.
Nando Durá, productor valenciano de naranjas y arroz y farmfluencer, ha subido vídeos en los cuales advierte de las marcas de arroz españolas más populares venden arroz importado como si fuera local.
«Cuando empecé a colgar vídeos quejándome del origen del arroz, la gente reaccionó diciéndome: ‘Vaya, hacía tiempo que tenía la sensación de que lo estaba haciendo mal utilizando el mismo arroz'», explica Durá.
Las variedades de arroz valenciano son cortas y redondas, con una característica «perla» de almidón en el centro. Y las propiedades de este arroz son clave para que la receta funcione, un hecho que a menudo se pasa por alto en los muchos «crímenes culinarios» cometidos en nombre de la paella.
Según Miguel Minguet, arrocero valenciano y presidente del «grupo de trabajo sobre el arroz» del sindicato agrario europeo Copa-Cogeca, se mezclan en un mismo saco arroces de distintos orígenes, como el valenciano y el asiático.
A primera vista, un ojo no experto podría pasar por alto las notables diferencias entre los granos, afirma Minguet. «Pero cuando lo cocinas, te das cuenta: los puntos de cocción son diferentes», comenta.
¿De quién es la culpa?
Como siempre, cuando se habla de agricultura en la Unión Europea (UE), gran parte de la culpa va para Bruselas.
En el foco del problema está el Sistema de Preferencias Generalizadas (SPG) de la UE, que permite a países como Myanmar y Camboya exportar productos -incluido el arroz- a la UE con arancel cero.
En un principio destinado a apoyar la economía de los países en desarrollo, el SPG se ha convertido en un sistema muy polémico, especialmente en sectores como el del arroz, ya que los agricultores consideran que distorsiona el mercado.
La UE -bajo presión de los productores españoles e italianos- eliminó en 2019 temporalmente el trato preferencial para las importaciones de arroz de grano largo procedentes de los dos países asiáticos.
Las importaciones de arroz de Myanmar y Camboya han aumentado un 13% este año en comparación con el mismo periodo de 2024, según el think tank agroalimentario Farm Europe.
De derecha a izquierda, el Parlamento Europeo lleva tiempo pidiendo que se incluya en el SPG una cláusula de salvaguardia automática que permita suspender las importaciones si perjudican a los productores de la UE. Sin embargo, aún no se ha alcanzado un acuerdo con los Estados miembros.
El eurodiputado español del Partido Popular Europeo (PPE) Gabriel Mato se felicita, en declaraciones a Euractiv, por la voluntad expresada el pasado julio por el ministro danés de Asuntos Exteriores, Lars Løkke Rasmussen, de cerrar un acuerdo durante la actual presidencia semestral danesa del Consejo.
«Queremos una política comercial abierta, pero también justa», comenta Mato.
Por su parte, el eurodiputado valenciano de Los Verdes Vicent Marzà apuesta por una trazabilidad más estricta, controles de pesticidas en las importaciones y el mismo tipo de normas de etiquetado que se aplican a otros alimentos.
«Esto es competencia desleal, y está acabando con nuestro campo», afirma.
Pero el asunto no acaba en el sudeste asiático. Durá advierte de que otros países, como Argentina y Uruguay, miembros del Mercosur, podrían convertirse en actores importantes, sobre todo con el nuevo acuerdo comercial de la UE.
«Ese es el dilema del Mercosur: puede beneficiar a algunas exportaciones, pero para el arroz puede ser desastroso», asegura.
Minguet señala que algunas empresas han comenzado ensayos para cultivar variedades españolas de arroz en Argentina. Si tienen éxito, eso podría suponer una amenaza existencial para el sector en Valencia.
«Sobrevivimos porque nuestro arroz es diferente al del resto del mundo (…) este es nuestro pequeño nicho (…) pero no podemos competir con Sudamérica o Asia en cuanto a costes y uso de pesticidas», agrega.
La clave del eqtoquetado
Para muchos en el sector, la principal petición es simple: el etiquetado de origen.
Por el momento, las normas de la UE sólo exigen que en el envase figure el país donde se ha procesado el producto por última vez, no donde se ha cultivado.
Eso significa que el arroz importado procesado en España puede etiquetarse legalmente como «Envasado en España» – o incluso «Valencia»
Algunas marcas muestran imágenes folclóricas de la región -incluidas falleras con trajes tradicionales- a pesar de abastecerse del arroz en otros lugares.
«La única forma de saber que es valenciano es si lleva el sello de denominación de origen protegida o comprando directamente al productor», afirma Durá. Pero incluso entonces, el envase de al lado puede parecer casi igual, añade.
Las eurodiputadas socialistas españolas Cristina Maestre, Leire Pajín y Sandra Gómez instaron recientemente a la Comisión Europea a explicar por qué el etiquetado de origen sigue siendo voluntario para el arroz, cuando es obligatorio para las frutas y hortalizas frescas, la miel, el aceite de oliva y los huevos.
Para Minguet, una de las principales inquietudes es la elección, sobre todo porque los agricultores de la UE cumplen normas medioambientales y de seguridad alimentaria más estrictas. «Nuestro producto es mejor para el medio ambiente y para el consumidor», afirma. «Pero si no podemos ayudar a la gente a distinguir entre lo que es nuestro y lo que no, ¿cómo vamos a añadir valor?», se pregunta.
Por ahora, puede que las paellas «desastrosas» no sean (del todo) culpa tuya: tal vez sólo has elegido la bolsa de arroz equivocada.
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(Editado por Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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