¿Por qué Europa debe temer más a la ofensiva desreguladora de Trump que a sus aranceles?

Bruselas (Euractiv.com/.es) – El «acuerdo» comercial del pasado domingo entre la Unión Europea (UE) y Estados Unidos fue un sonoro fracaso político para la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para el Ejecutivo de Bruselas y para los 27 socios del bloque comunitario en su conjunto, según opinión casi unánime.

Afortunadamente, no fue una catástrofe económica.

La mayoría de análisis sobre el acuerdo, que gravará a la mayoría de los exportadores de la UE con un arancel general del 15%, estiman que el coste total para el PIB de la Unión será de alrededor del 0,5%: un duro golpe que podría empujar a la anémica economía europea a una recesión, pero que palidece en comparación con la devastación causada por la crisis financiera de 2009 (cuando la producción se contrajo un 4,3%) o la pandemia del COVID-19 en 2020 (cuando se desplomó un 5,6%).

¿Por qué el daño, en términos relativos, es tan pequeño?

Hay múltiples razones, pero las principales incluyen la «inelasticidad de precios» de muchas exportaciones de la UE (los estadounidenses ricos, por ejemplo, seguirán comprando Porsches aunque sean mucho más caros); la probable reorientación de los flujos comerciales hacia otras regiones (como Sudamérica); y la profunda reticencia de muchas empresas europeas a trasladar la producción a Estados Unidos (debido a la enorme inseguridad jurídica y a la inestabilidad generada por el presidente, Donald Trump).

De hecho, la estructura básica de la relación comercial entre la UE y Estados Unidos, junto con el deseo del «hombre de los aranceles» de librar una guerra comercial en todo el mundo, prácticamente garantiza que el daño infligido a Europa siempre sería económicamente manejable, aunque doloroso para ciertas industrias específicas (especialmente los sectores farmacéutico y automotriz dependientes de las exportaciones).

Aunque Estados Unidos es el mayor socio comercial de la UE, los 532.000 millones de euros en exportaciones de la UE exportados el año pasado representan menos del 3% del PIB anual del bloque, lo cual significa que, incluso si todas las exportaciones de la UE a Estados Unidos  cesaran inmediatamente (lo que es prácticamente imposible), el impacto neto seguiría siendo muy inferior al daño infligido por la Gran Recesión y la pandemia.

Los economistas más quisquillosos señalarían que un colapso total de las exportaciones de la UE probablemente tendría efectos «secundarios» perjudiciales, como la fuga de trabajadores cualificados del continente, que dificultarían aún más el crecimiento.

Además, el deseo de Trump de imponer aranceles literalmente a todos y cada uno de los países (y ocasionalmente a las islas habitadas por pingüinos) significa que la competitividad relativa de los exportadores de la UE en realidad ha aumentado como resultado del acuerdo del domingo.

México y Canadá, los dos mayores socios comerciales de Estados Unidos, sufren actualmente aranceles del 25% y el 35%, respectivamente, en la mayoría de sus exportaciones a Estados Unidos.

China, el tercer socio comercial de Estados Unidos y el segundo de Europa, también soporta un gravamen estadounidense del 30%: el doble que la tasa de la UE. En una alusión apenas velada a este hecho, el Comisario europeo de Comercio, Maroš Šefčovič, escribió en X esta mañana que «los exportadores de la UE se benefician ahora de una posición más competitiva».

Esas consideraciones, y el hecho de que la UE ya ha resistido con éxito un gravamen general estadounidense del 10% desde abril, explican por qué los analistas se han encogido de hombros ante el impacto previsto del acuerdo entre Bruselas y Washington.

«No es obvio que la UE esté pagando un precio mucho más alto de lo que se había anticipado», se lee en un análisis del Deutsche Bank, al aumentar el impacto previsto de los aranceles de Trump en la producción del bloque del 0,4% al 0,5%.

Bloomberg Economics también señaló que el impacto previsto de los aranceles de Trump en Europa se mantiene «prácticamente sin cambios» en el 0,4% del PIB, aunque advirtió de que una «escalada» de gravámenes en sectores específicos, en especial los productos farmacéuticos, podría «recortar» otro 0,3%.

Temores históricos

Se podría decir que la gran atención prestada a la guerra comercial de Trump ha ido en detrimento de la atención mediática prestada a las políticas estadounidenses que, de hecho, podrían infligir tanto daño como la crisis financiera de 2009, es decir, desencadenando otra crisis financiera.

De hecho, los responsables políticos estadounidenses han hecho sonar la alarma sobre el impacto potencial de la presión de Washington para desregular masivamente el sector financiero de Estados Unidos.

En un discurso pronunciado el mes pasado en la Brookings Institution, con sede en Washington DC, Michael Barr, gobernador de la Reserva Federal de Estados Unidos, advirtió de que los periodos de celo desregulador precedieron a las tres crisis financieras más tristemente célebres del siglo pasado: la Gran Depresión de los años treinta, la crisis de las cajas de ahorro y préstamos de finales de los ochenta y principios de los noventa, y la crisis financiera mundial de 2009, que estuvo a punto de provocar el colapso de la Eurozona.

Durante el subsiguiente turno de preguntas y respuestas, Barr admitió que ciertamente le preocupan los paralelismos históricos con la situación actual, en la que Washington ha tratado de recortar drásticamente los colchones de capital de los bancos, debilitar los requisitos de las «pruebas de resistencia» y erosionar la supervisión federal de las criptodivisas altamente volátiles.

«Una lección importante que podemos extraer de las crisis financieras estadounidenses es el papel que desempeñó en ellas el debilitamiento desacertado del marco regulador bancario», afirmó Barr.

«Está dentro de nuestras posibilidades, y es nuestro deber como reguladores, aprender de estos episodios para evitar cometer los mismos errores», agregó.

Los temores de Barr son compartidos por los analistas financieros. De hecho, algunos temen que el ímpetu  desregulador estadounidense se haya extendido ya a Europa.

El sector bancario europeo está «en la cresta de la ola del fetichismo desregulador, aunque la rentabilidad haya mejorado espectacularmente» como consecuencia de la subida de los tipos de interés del Banco Central Europeo (BCE), explica Sander Tordoir, economista jefe del Centro para la Reforma Europea.

En opinión de Tordoir, la dinámica de Europa para recortar las regulaciones es un «espectáculo extraño de contemplar» dado que Europa, a diferencia de Estados Unidos y Suiza, evitó con éxito una crisis bancaria en marzo de 2023, cuando el colapso del Silicon Valley Bank, con sede en San Francisco, provocó un pánico generalizado en el mercado que finalmente llevó a la quiebra de Credit Suisse y a su adquisición por su rival UBS.

«La supervisión del BCE y la regulación financiera implantada después de 2008 seguramente han desempeñado un papel constructivo» para evitar que Europa sufriera efectos colaterales, explica Tordoir. al tiempo que agrega que «fue una prueba y sólo la Eurozona la superó con nota».

Gestionar el riesgo

Otros analistas se han hecho eco de los temores de Tordoir.

La ONG Finance Watch advirtió recientemente de que el empeño de Bruselas por «simplificar» la normativa de titulización de la UE -un sector que permite a los bancos reempaquetar y vender préstamos y que desempeñó un papel clave en la crisis de 2009- podría aumentar el «riesgo sistémico» en el sector financiero europeo.

Los escépticos, sin embargo, sostienen que los riesgos que plantean estos esfuerzos siguen siendo mínimos, sobre todo teniendo en cuenta que el mercado de titulización de la UE sigue siendo mucho más pequeño que el estadounidense.

Algunos analistas señalan que la actual inestabilidad generalizada -incluidos los repetidos ataques de Trump a la independencia de la Fed, la aprobación de un presupuesto federal que elimina el déficit y la amenaza de imposición de controles de capita- han disuadido a los responsables políticos de la UE de seguir un camino similar.

«Hace seis meses, prevalecía la opinión de que, si Estados Unidos relajaba los requisitos de capital, Europa tendría que hacer lo mismo para preservar la igualdad de condiciones», explica Nicolas Véron, investigador principal del «think tank» Bruegel y del Peterson Institute for International Economics.

«Pero ahora la idea de la igualdad de condiciones con Estados Unidos bajo la administración Trump realmente no pasa el examen; el creciente consenso en Europa es que las políticas de Trump son peligrosas e imprudentes.», agrega el experto.

Véron destaca también que la capacidad de Europa para resistir la posibilidad «algo remota» de un shock inducido por Estados Unidos ha mejorado en la última década debido a las mejoras en la supervisión bancaria y a la arquitectura financiera general (por ejemplo, la creación del Mecanismo Europeo de Estabilidad, o fondo de rescate de la zona euro).

«En este momento, el riesgo ya no es tanto que Estados Unidos haga una estupidez y nosotros hagamos la misma estupidez, sino que las estupideces que ocurran en Estados Unidos puedan crear riesgos para Europa», afirma.

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(Editado por Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)

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