Bruselas (Euractiv.com/.es) – Los devastadores incendios forestales que han afectado al sur de Europa este verano revelan la paradoja de esas zonas como víctimas de las llamas y también barreras potenciales para evitar su propagación, al tiempo que meten presión a las autoridades nacionales de los países del flanco mediterráneo de la Unión Europea (UE) para buscar soluciones a largo plazo.
Olas de calor sin precedentes han devastado los campos de Portugal a Grecia, al tiempo que han provocado numerosas víctimas, y la muerte de cabezas de ganado.
España perdió 18.000 hectáreas de tierras de cultivo, Portugal más de 2.000 y Francia una cantidad similar, incluidas 1.000 hectáreas de viñedos. En total, la devastación cubrió un área del tamaño de 31.000 campos de fútbol.
Sin embargo, en muchas regiones, las tierras de cultivo fueron también las que impidieron el avance de los incendios.
«Los viñedos que rodeaban los pueblos los protegían», explicó la semana pasada a la prensa la ministra francesa de Agricultura, Annie Genevard. En cambio, en las zonas de bosque descuidado o matorral, el fuego se propagó a un ritmo vertiginoso.
Este contraste ha puesto a la agricultura en el punto de mira como herramienta para la prevención de incendios. Por ello, Genevard ha instado a restaurar la «agricultura protectora alrededor de los pueblos» como medida clave para mitigar futuros incendios forestales.
En España, los investigadores José Manuel Cabrero, César Martín-Gómez y Rayder Willian Leonardo Laura se pronunciaron en el mismo sentido, argumentando que décadas de declive rural -con tierras de cultivo y pastos abandonados- empeoraron las llamas al crear grandes reservas de combustible.
En León, una de las comunidades más afectadas, un alcalde de una población local recordó al presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, que la zona ha sufrido un éxodo rural constante durante 25 años, según informó El País.
¿Qué están haciendo los países afectados?
Las autoridades nacionales de los países del sur de Europa admiten ahora que el problema es estructural: a medida que el cambio climático golpee con más fuerza, también lo harán los incendios.
La cuestión no es ya si se pueden detener, sino cómo se adaptan los países y cómo se pueden utilizar las tierras agrícolas para prevenir incendios.
En ese sentido, Sánchez ha prometido un pacto nacional para reforzar la respuesta del país a la emergencia climática, cuyas negociaciones comenzarán en septiembre.
Portugal, por su parte, ha ido un paso más allá y ha renunciado a las ayudas puntuales para catástrofes en favor de un «programa estructural permanente» que se pondrá en marcha automáticamente cada temporada de incendios.
Grecia dio un paso más. Desde el pasado mes de junio, las empresas con un volumen de negocio superior a 500.000 euros -junto con camiones, equipos y bienes almacenados- están obligadas a suscribir un seguro contra catástrofes naturales.
En ese sentido, Genevard se comprometió a volver a la región de Aude, una de las más afectadas, antes de que acabe el año para elaborar una estrategia local con agricultores y alcaldes.
La alta funcionaria ha presentado un fondo de emergencia de 8 millones de euros e incluso ha sugerido flexibilizar las estrictas normas de la Denominación de Origen para que las uvas contaminadas por el humo puedan seguir llegando al mercado.
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(Editado por Martina Monti/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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