París/Bruselas (Euractiv.fr) – Los criaderos de mejillones en la Unión Europea (UE), desde las costas de Galicia hasta Normandía, se enfrentan al colapso de sus poblaciones a medida que el cambio climático, la contaminación y las toxinas invasoras se combinan en un nocivo «cóctel» que amenaza no sólo a una industria multimillonaria, sino también a una piedra angular del futuro alimentario sostenible de Europa.
En una tarde azotada por el viento en Normandía, caminé por la playa de Omaha con mi abuela, que había presenciado el «Día D» a un tiro de piedra de distancia, recogiendo conchas marinas a lo largo de la orilla.
Los mejillones y las ostras, antaño alimentos baratos y poco racionales de una Europa devastada por la guerra, son ahora preciados manjares que se enfrentan a duros retos medioambientales.
Para quienes venden conchas marinas (y su contenido comestible) en la orilla del mar, una cesta de marisco con destino a las mesas europeas proviene de aguas cada vez más cargadas de fragmentos invisibles de plástico que los científicos denominan nanoplásticos.
Nanoplásticos y microplásticos en las aguas europeas
Cientos de expertos y delegados se dieron cita la semana pasada en Ginebra, en un esfuerzo patrocinado por la ONU, para reducir (o al menos frenar) la producción de plástico, que va camino de triplicarse en 2060. Las conversaciones fracasaron al no ponerse de acuerdo los Estados sobre las medidas concretas para frenar esa «marea de plástico».
Pero mientras los diplomáticos de las Naciones Unidas se perdían en la semántica, el sector especializado en los mejillones se sumaba a la protesta. Según un estudio publicado en 2025 en Nature, el Atlántico Norte está saturado de partículas de plástico, lo cual equivale a cerca de 27 millones de toneladas, que circulan por la capa mixta del océano.
Los autores concluyeron que los nanoplásticos constituyen una parte dominante de la contaminación plástica marina, rivalizando o incluso superando las estimaciones anteriores para los microplásticos.
Estudios previos estimaban que entre 11 y 21 millones de toneladas de microplásticos están presentes en las capas superiores del Atlántico, y se estima que alrededor de un millón de toneladas flotan en la superficie oceánica mundial.
El mejillón, producto central de la acuicultura europea
Los mejillones son el motor silencioso de la acuicultura europea. No necesitan piensos ni antibióticos, limpian el agua de mar mientras crecen y proporcionan proteínas bajas en carbono: «el alimento sencillo que lucha contra el cambio climático», los calificó en su día la emisora británica BBC .
Para los responsables políticos de la UE, los mejillones encarnan la promesa de los «alimentos azules«, que ofrecen una fuente de proteínas alternativa y sostenible.
Sin embargo, su biología los hace especialmente vulnerables. Cada mejillón filtra decenas de litros de agua al día y absorbe todo lo que el océano transporta, incluidos los nanoplásticos. Esas diminutas partículas pueden atravesar las membranas biológicas con más facilidad que los microplásticos.
A diferencia de los filetes de pescado, que se evisceran antes de llegar al plato, los mejillones se comen enteros. Es decir, que lo que ellos ingieren, nosotros también lo tragamos.
Además, los experimentos de laboratorio han revelado que, a medida que los océanos absorben más dióxido de carbono y se acidifican, la carga superficial de los nanoplásticos cambia. Eso supone que se adhieren más fácilmente a las células y generan un mayor estrés oxidativo.
Según se advierte en un informe científico de la Comisión Europea de 2023, las presiones combinadas de la acidificación de los océanos y los plásticos crean «efectos potencialmente sinérgicos» que aumentan la toxicidad y el daño ecológico.
El pernicioso «efecto de cóctel»
Pero la contaminación por plásticos no es la única amenaza a la que se enfrentan los moluscos marinos.
Según un estudio realizado en 2021 por el Centro Común de Investigación de la Comisión Europea, las «floraciones de algas nocivas», combinadas con la «falta de crías, el mal tiempo, los depredadores, las enfermedades y los parásitos», también han contribuido al descenso de la producción de mejillones, tanto en cantidad como en calidad .
Suecia es un ejemplo de este fenómeno: en la década de 1980 se hundió su industria de cultivo de mejillones, que en su día fue muy prometedora, después de que la proliferación de algas tóxicas provocara una intoxicación diarreica de los moluscos que acabó con la confianza de los inversores.
Los mejillones están expuestos a un «efecto cóctel» de múltiples factores de estrés, explica un portavoz de la Asociación Europea de Productores de Mejillones (EMPA, por sus siglas en inglés), al tiempo que recuerda el problema del aumento de la temperatura del agua.
Por ello, los mariscadores desarrollan cada vez más instalaciones en alta mar, «para reducir la exposición a la contaminación terrestre», explica el portavoz a Euractiv. Eso también contribuye a minimizar el efecto de los problemas climáticos, como la acidificación de los océanos.
Una amenaza mayor
El sector del mejillón, que representa más de un tercio de la acuicultura europea, se enfrenta a retos que afectan a todo el sector.
En primera línea de fuego está Galicia (España), principal productora de moluscos de Europa y segunda del mundo después de China.
A principios de este año, el periódico The Guardian informó de un colapso «catastrófico» en el número de mejillones, y en Galicia la población de ese molusco cayó hasta en un 90% en tan sólo unos pocos años.
Atrapado entre la Política Agrícola Común (PAC) y la Política Pesquera Común (PPC), el sector marisquero de la UE pidió el pasado noviembre a la Comisión Europea que pusiera en marcha una política acuícola específica que le ayude a hacer frente a los crecientes efectos del cambio climático.
Desde entonces, el Comisario de Pesca, Costas Kadis, se ha comprometido a hacer de la acuicultura una prioridad legislativa.
Sin embargo, la propuesta de Marco Financiero Plurianual (MFP) de la Comisión, que sugiere fusionar el Fondo Marítimo, de Pesca y Acuicultura (FEMP) de la UE en un único megafondo junto con los fondos de cohesión y de desarrollo rural, que gestionarán los gobiernos nacionales, ha disparado el temor a que la promesa de Bruselas sea difícil de cumplir.
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(Editado por Owen Morgan/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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