“Hace 40 años España volvió a su casa europea” asegura exembajador ante la UE

Madrid (Euractiv.es) – Juan Pablo García-Berdoy, exembajador Representante Permanente de España ante la Unión Europea (UE), además de, entre otros altos cargos, embajador en Rumanía y Alemania, reflexiona en una entrevista con Euractiv.es sobre el significado de las cuatro décadas de pertenencia del país al bloque comunitario europeo: un camino no exento de dificultades pero marcado por un éxito rotundo.

Tal día como hoy, un 12 de junio de hace cuarenta años (1985), se firmaba en el Palacio Real de Madrid el tratado de adhesión de España a la entonces Comunidad Económica Europea (CCE), hoy Unión Europea.

En opinión de García-Berdoy, la adhesión de España y Portugal al bloque comunitario volvió a insertar al país en el panorama europeo e internacional tras el final de la dictadura y trajo innumerables ventajas.

Juan Pablo García-Berdoy, exembajador de España en la UE [Bernardo Díaz]

Juan Pablo García-Berdoy, exembajador de España en la UE [Bernardo Díaz]

El Eurobarómetro publicado en noviembre de 2024 revela que siete de cada diez españoles, el 70%, afirman sentirse unidos a la UE, muy por encima de la media europea. ¿Es esto un tópico que se repite?

Yo creo que en España se producen varios movimientos que ayudan a que esa reacción sea positiva. El primero es la identificación del ingreso en las Comunidades Europeas con el cambio político y la consolidación de la democracia en España, que, creo, es un tema que las generaciones mayores sentimos más directamente.

Aunque es verdad que después de la crisis de 2008 quizá se haya reducido levemente la sensación de que la adhesión a la Unión Europea fue tan positiva para la calidad de vida de los españoles.

El otro elemento, y quizás el más difícil de identificar desde el punto de vista psicológico, es que nos sentimos europeos porque entonces nos parecía que nuestra situación fuera de Europa no se correspondía con nuestra realidad como españoles. Es decir, nos sentimos europeos porque volvimos a la casa europea, a nuestra casa. No ha sido una situación en la que todo el mundo estaba, sino a la que hemos vuelto. Y esa sensación de «regreso» sigue impregnando la sociedad española.

No estamos fuera, no somos distintos. España no es diferente, somos parte de una familia más grande que es Europa, ese fue el mensaje entonces y lo sigue siendo ahora.

A pesar de ese gran optimismo europeo, ¿hace falta más didáctica en España sobre qué es la UE, cómo funciona la tantas veces denostada «burocracia de Bruselas»?

Yo creo que hace falta mucha didáctica. Los ciudadanos no entienden que lo que tenemos es una soberanía compartida en la que hay dos cosas: por un lado, una responsabilidad como soberanos de un ejercicio común, es decir, no ser ciudadanos pasivos de algo que hacen otros, que es la tentación que tienen algunos españoles y no solo los ciudadanos, sino también el mundo empresarial y, en algunos casos, incluso la clase política. Es decir: somos responsables de un proyecto común.

Para actuar en ese proyecto común tenemos que conocerlo más en profundidad. Y esas dos cosas van muy unidas en España, y no hablo solamente de los ciudadanos corrientes sino incluso las élites, que no lo tienen totalmente interiorizado como en otros países. Y eso es un problema.

Si tuviera que mencionar algunos nombres especialmente relevantes de aquella época histórica ¿cuáles destacaría?

A mí me interesa mucho hacer la intrahistoria de todo aquello. Hay una trayectoria de negociación y de acercamiento que empieza prácticamente en paralelo al cambio de régimen, en el que ya estaban comprometidos una serie de europeístas que actuaban en la vida pública española que no son tan reconocidos como, por ejemplo, Manuel Marín y otros.

Yo creo que es muy importante el comienzo de la negociación por parte de Leopoldo Calvo-Sotelo (sucesor de Adolfo Suárez en el gobierno), y la idea de que hubo una continuidad y una absoluta coherencia entre los partidos políticos, entre la UCD y después el PSOE. La idea de que estuvo toda la sociedad detrás de esa negociación, algunos de cuyos protagonistas he tenido la suerte de conocer, entre ellos Marín pero también Pedro Solbes, Ramón de Miguel o Carlos Westendorp, entre otros tantos. Muchos políticos y altos funcionarios que tuvieron un papel muy, muy importante en esa transición a la integración europea.

¿Cuáles fueron las mayores dificultades que tuvo que vencer el país para integrarse en aquella Comunidad Económica Europea?

Entre ellos, sin duda el bloqueo francés relacionado con la fuerte competencia del sector agrícola español, además de otros temores vinculados con otros sectores económicos. El apoyo alemán fue muy importante en aquel momento para lograr una integración coherente de la Península Ibérica.

No olvidemos que Portugal y España iban de la mano en un empeño común de completar Europa, que estaba claramente incompleta sin nuestros dos países. En mi opinión, la cuestión fundamental fue la gran capacidad de la clase política española y de sus élites técnicas y empresariales de ponerse de acuerdo para trabajar en ese empeño común y en esa negociación.

Teníamos una economía muy intervenida, con una serie de rémoras en competitividad y en el sector público, con muchas reformas pendientes. Lo que logramos fue una acción extraordinaria de país.

¿Qué papel desempeñó la amistad del fallecido canciller alemán Helmut Kohl con Felipe González?

La amistad de Helmut Kohl (CDU-PPE) con Felipe González vino, por decirlo así, luego. Pero si sirvió para rematar un proceso de complicidad y de acercamiento estratégico. Yo estuve destinado en Bonn como consejero de Asuntos Europeos y vi en primera fila esa relación tan constructiva entre un líder socialdemócrata español y un líder cristianodemócrata alemán. El mercado español era en aquel momento muy atractivo para las empresas alemanas. Todo eso, desde un punto de vista económico y político, tuvo mucho sentido.

España, desde los primeros años de su andadura europea, hizo algo que no deberíamos olvidar nunca y que ahora, en estos tiempos tan, tan complicados, con tanta volatilidad y con tanta inseguridad, deberíamos recordar.

Es muy importante para tener influencia en Europa, contribuir a Europa. Es muy importante ser un activo, y eso lo entendieron muy bien Felipe González, y José María Aznar. Lo han entendido también los presidentes de gobierno españoles que han abordado la integración y la pertenencia a la UE como parte de un proyecto común en el que España tenía que aportar sus propios intereses, pero también contribuir a la solución de los problemas de los demás.

Si hubiese que destacar cinco o seis logros que ha obtenido este país en su 40 «cumpleaños europeo» ¿cuáles serían?  

Yo creo que el hito más importante para España -que creo no se resalta lo suficiente- es la apertura de la economía y el ingreso en un mercado interior, un mercado con vocación de ser un mercado único: ese es el gran logro.

Sin duda la política estructural es importante, pero no olvidemos que la recepción de fondos ha ido decreciendo -a excepción de los fondos postpandemia- que, por supuesto, fueron extraordinarios. No olvidemos que hemos sido, en algunos ejercicios, contribuyentes netos al presupuesto comunitario, aunque fuese por un efecto meramente estadístico.

Es importante señalar que un país dinámico como España, cuando se abre, cuando compite, cuando es capaz de acceder a los mercados naturales que tiene, que son básicamente los europeos, es capaz de crecer y desarrollar un modelo productivo. Esa es una de las grandes lecciones de nuestra adhesión.

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(Editado por Euractiv.es)

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