Breve guía para no perderse en el (no tan lejano) euro digital

Bruselas (Euractiv.com/.es) – Para quienes no estén familiarizados con el concepto, es probable que el euro digital provoque una gran perplejidad, o que se encojan de hombros. ¿No es un euro digital simplemente cualquier euro que no sea efectivo físico? Y, si es así, ¿no utilizamos ya euros digitales cada vez que utilizo mi tarjeta bancaria?

En realidad, la respuesta a ambas preguntas es «no».

El euro digital no es ningún euro que no adopte la forma de monedas o billetes, y no existe ya.

Sin embargo, muchos funcionarios europeos desearían que existiera.

De hecho, los responsables políticos de la Unión Europea (UE) debaten el tema con creciente urgencia, y frecuencia. Los ministros de Finanzas de la eurozona debatirán el asunto el jueves en Luxemburgo, y los eurodiputados hablaron sobre ello el miércoles en Estrasburgo.

Además, el Banco Central Europeo (BCE) está a sólo tres meses de completar una «fase de preparación» de dos años antes del posible lanzamiento del euro digital dentro de unos años.

¿Qué es el euro digital? ¿Por qué se habla tanto de él? ¿Es realmente una buena idea?

El concepto básico

Aunque las propiedades exactas del euro digital siguen sin estar definidas, la idea básica es disponer de un medio de pago digital lo más parecido posible al dinero en efectivo.

En concreto, el euro digital, al igual que el efectivo, sería emitido y estaría plenamente garantizado por el BCE.

Esto contrasta con el dinero «digital» en un banco comercial o cuenta de criptomonedas.

Si su banco quebrara, podría perder todos sus ahorros superiores a 100.000 euros, y el BCE asegura los depósitos hasta esa misma cantidad.

«El euro digital es ‘dinero digital’, en el sentido de que siempre será respetado por el BCE», explica Maria Demertzis, directora del Centro de Estrategia Económica y Finanzas para Europa del grupo de reflexión The Conference Board.

«Eso no siempre es así para otros tipos de dinero ‘digital'», agrega.

Además, al igual que el efectivo, todos los ciudadanos y residentes europeos tendrían teóricamente acceso al euro digital, incluidas las personas cuyo historial crediticio o laboral les impida abrir una cuenta bancaria normal.

Los ciudadanos también podrían usar el dinero de su «monedero digital» en cualquier cosa que se pueda gastar en efectivo, desde un café a entradas de cine, a través de su smartphone, tableta o reloj.

Contrariamente a lo que afirman los críticos, el euro digital no sustituiría al efectivo como forma de pago.

«La intención es tener algo que se añada a la panoplia de opciones de pago», comenta Nicolas Véron, investigador principal de think tank Bruegel y del Instituto Peterson de Economía Internacional.

«No sería obligatorio», agrega.

¿Por qué lo necesitamos?

Por dos razones principales. En primer lugar, el menor uso del efectivo.

Según el banco holandés ING, la proporción de transacciones en tienda realizadas con efectivo en la eurozona cayó del 79% al 52% de 2016 a 2024, mientras que la proporción de pagos con tarjeta aumentó del 19% al 39%.

El alejamiento del efectivo podría, según el BCE, aumentar la inestabilidad financiera al perder las monedas y billetes su papel de «ancla monetaria» de la zona de la moneda única.»

«El principal argumento del BCE es que estamos entrando en un mundo digital», asegura Demertzis.

«Por tanto, argumentan, necesitamos tener un equivalente digital al que recurrir cuando tenemos problemas. Antes acudíamos al dinero en efectivo. ¿A qué acudimos en un mundo digital?», señala.

El segundo argumento a favor del euro digital, cada vez más frecuente, es geopolítico.

Las operaciones de pago digitales en la zona euro están dominadas por proveedores estadounidenses, en especial Visa y Mastercard.

El euro digital, por el contrario, utilizaría infraestructuras de pago europeas, reduciendo así la dependencia de la UE de su cada vez menos fiable socio transatlántico.

«Creo que la motivación geopolítica es la más visible en este momento (…) esto no era así hace dos años, y se ha hecho cada vez más evidente en los últimos doce meses», comenta Véron.

¿Cuáles son los obstáculos?

Hay dos.

El primero es la privacidad. Muchos argumentan que los pagos digitales en euros no protegerán el anonimato de los ciudadanos tan eficazmente como lo hacen las transacciones en efectivo.

Para responder a esas inquietudes, el BCE ha propuesto servicios digitales en euros «en línea» y «fuera de línea». La versión «fuera de línea», afirma, «ofrecería a los usuarios un nivel de privacidad similar al del efectivo».

Algunos funcionarios y analistas han sugerido además un sistema de «escalado», por el que los usuarios gozarían de mayor anonimato en las transacciones más pequeñas.

La segunda inquietud, probablemente más grave, es el riesgo potencial para la estabilidad financiera de la zona del euro.

En concreto, algunos temen que la transferencia de dinero de los ciudadanos de sus cuentas de ahorro a sus monederos digitales provoque una “hemorragia” de capital en los bancos.

Eso podría mermar la capacidad de los bancos para conceder préstamos o, en el peor de los casos, llevarlos a la insolvencia.

Como respuesta, el BCE ha propuesto limitar el monedero digital a 3.000 euros: lo suficientemente grande como para que los usuarios quiera utilizar el euro digital, pero lo suficientemente pequeño como para limitar cualquier daño al sistema financiero.

Por otro lado, los funcionarios del BCE argumentan que el riesgo de pérdidas bancarias se reduciría aún más por el hecho de que el euro digital -como el efectivo, pero a diferencia de los depósitos de ahorro- no generaría ningún rendimiento.

El denominado mecanismo de «cascada inversa», por el que los pagos con monedero digital que superen el límite de 3.000 euros se detraerían automáticamente de las cuentas bancarias de los ciudadanos, desincentivaría aún más el uso generalizado del euro digital, argumentan.

«La combinación de la cascada inversa, un límite de tenencia y la ausencia de remuneración reducirá considerablemente los incentivos para mantener dinero en un monedero digital en euros», escribieron los responsables del BCE el año pasado.

Pero los analistas no se ponen de acuerdo sobre la eficacia de estas medidas.

Algunos sostienen también que existe una profunda tensión entre el deseo del BCE de lanzar el euro digital y, al mismo tiempo, desincentivar su adopción.

Véron, sin embargo, cree que las preocupaciones geopolíticas podrían justificar la introducción del euro digital, incluso si su adopción sigue siendo limitada.

«Si vemos el euro digital como una especie de neumático de repuesto geopolítico -como algo que podría ser útil en algunos escenarios, pero no en un escenario de referencia-, no está claro que sea un fracaso, incluso si no hay mucho uso en el escenario de referencia», subraya.

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(Editado por Martina Monti/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)

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