El pacto UE-Reino Unido sobre seguridad alimentaria, un éxito con muchos matices

Bruselas (Euractiv.com/.es) – La Comisión Europea se ha adjudicado una victoria discreta tras el histórico acuerdo alcanzado el lunes entre Reino Unido y la Unión Europea (UE), que garantiza la adaptación de Londres a las normas de seguridad alimentaria del bloque comunitario, pero no todo es tan sencillo como parece.

Los controles sanitarios y fitosanitarios de los productos agroalimentarios tras el Brexit provocaron dolorosos cuellos de botella a ambos lados del Canal de la Mancha, y afectaron sobre todo a los exportadores británicos.

El acuerdo de «reajuste» de relaciones alcanzado el lunes entre la UE y el Reino Unido sentó las bases para las negociaciones de un acuerdo sanitario y fitosanitario que eliminará la mayoría de los controles fronterizos, tras el cual el gobierno británico prevé una bajada de precios y más oferta en los supermercados.

«No más camioneros sentados 16 horas en la frontera con comida podrida en la parte trasera», comentó el primer ministro británico, Keir Starmer , ante el Parlamento al día siguiente de la cumbre.

Los eurodiputados en Bruselas esperaban desde hace tiempo un acuerdo de este tipo.

«Para mí, ésta es la parte más importante del acuerdo», declaró el miércoles a la prensa el Presidente de la Comisión de Comercio Internacional (INTA) del Parlamento Europeo, Bernd Lange.

El acuerdo con la UE se produce tras otro pacto anunciado hace pocos días entre el Reino Unido y Estados Unidos que permite a Londres eludir algunos de los aranceles impuestos por Washington.

En ese acuerdo, Londres se abstuvo de hacer concesiones en materia de normas alimentarias -negándose a aceptar el pollo lavado con cloro o la carne de vacuno tratada con hormonas de Estados Unidos- que podrían haber puesto en peligro su “reseteo” de relaciones con la UE.

«Estoy orgulloso de nuestros amigos británicos: han optado por alinearse con la UE», declaró Lange.

Quedan muchas piedras en el camino

La «alineación dinámica» acordada por Bruselas y Londres exigiría al Reino Unido reflejar las normas sanitarias y fitosanitarias de la UE, lo que volvería a atar a Londres a la órbita reguladora de Bruselas.

Desde que abandonó la UE en 2020, Reino Unido ha discrepado en varias políticas alimentarias, sobre todo en la edición genética, que se convirtió en un símbolo del Brexit.

En su primer discurso como primer ministro, el ex premier conservador Boris Johnson prometió «liberar» a la industria británica de las «normas anti modificación genética» de Bruselas.

Posteriormente, el gobierno conservador aprobó una ley que flexibilizaba las restricciones a determinados cultivos y animales editados genéticamente.

Mientras tanto, Bruselas sigue negociando su propio marco más estricto, limitado a las plantas.

Aunque los detalles de una futura alineación sanitaria y fitosanitaria siguen sin estar claros, el acuerdo de «reajuste» prevé «una breve lista de excepciones limitadas».

Los agricultores británicos ya están trazando sus líneas rojas.

«Es vital que nuestro gobierno salvaguarde los avances logrados en ámbitos como la agricultura de precisión», asegura un portavoz del Sindicato Nacional de Agricultores (NFU).

Otros posibles escollos son el endurecimiento de la normativa europea sobre pesticidas y las normas más estrictas sobre indicaciones geográficas.

Pero la tensión no es unidireccional. El Reino Unido está estableciendo normas más estrictas en otros ámbitos, entre ellos el bienestar animal.

Ha prohibido la exportación de ganado para sacrificio, medida que no se contempla actualmente en la UE. También tiene previsto introducir un etiquetado de bienestar en la parte delantera del envase para la carne de cerdo, el pollo y los huevos.

Voz y voto pero no “silla”

Los ganaderos británicos, al igual que los conservadores tories, advierten de que la plena homologación con Bruselas supondría comprometerse con futuras normas de la UE en las que el Reino Unido tendría poco que decir.

«Será una gran señal de alarma para cualquiera que quiera poner en entredicho la soberanía parlamentaria del Reino Unido», asegura Jill Rutter, investigadora del think tank UK in a Changing Europe.

Para responder a esas inquietudes, el acuerdo de este lunes establece que Londres tendrá voz y voto en la formulación de políticas en Bruselas, pero no un asiento en la mesa.

Deja claro que el Reino Unido no formará parte del Consejo y que la Comisión Europea se limitará a «consultar» al gobierno británico en las primeras fases del proceso legislativo.

Según Rutter, probablemente correspondería entonces a los diplomáticos británicos en Bruselas presionar a los Estados miembros más sensibles a las inquietudes de Londres.

«No creo que la UE pueda conceder formalmente nada al Reino Unido que vaya más allá de los acuerdos con el EEE (Espacio Económico Europeo) o Suiza», subraya.

Según el acuerdo del lunes, cualquier disputa futura se enviará a un panel de arbitraje, y el máximo tribunal de la UE (TJUE) tendrá la última palabra. En cualquier caso, eso puede estar aún muy lejos.

«El acuerdo sanitario y fitosanitario entre la UE y Suiza tardó 12 meses en firmarse… ¿tendremos el acuerdo entre la UE y el Reino Unido firmado en la cumbre del año que viene?», se preguntó Rutter.

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[Editado por ADSM/DE/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es]

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