Valencia (Euractiv.com/.es) – El lunes por la tarde, Valencia parecía una escena de una película postapocalíptica. Los tranvías permanecían abandonados a medio camino entre paradas, donde se habían detenido de repente. En la famosa Ciutat de les Arts i les Ciències de la ciudad, grupos de personas paseaban por centros comerciales cuyas tiendas habían sido cerradas en su mayoría.
Algunos habían venido a utilizar puntos de acceso Wi-Fi y a cargar sus dispositivos móviles en enchufes públicos. Otros tomaban café en un oscuro Starbucks. La arquitectura futurista de acero y cristal del distrito contribuía al ambiente de película de fantasmas.
No fue exactamente un apocalipsis lo que asoló la Península Ibérica el lunes al mediodía, cuando se cortó el suministro eléctrico en la mayor parte de España y Portugal por razones que aún no se conocen. Pero el apagón ha puesto a Valencia de rodillas, justo cuando algunos de los líderes más poderosos de Europa acuden a la ciudad para el congreso de la familia de centro-derecha europea, el Partido Popular Europeo (PPE).
Algunos asistentes, entre ellos este corresponsal, se encontraban en pleno vuelo, camino de la cumbre, cuando se produjo el apagón. Pero la situación se reveló rápidamente al tocar tierra para quienes tuvieron la suerte de acceder a la fallida red de datos móviles.
En el aeropuerto, se formaron largas colas ante las paradas de taxis, dejando a los diputados en la cola junto a familias de vacaciones, todos varados debido al colapso del sistema de transporte público de la ciudad, que funcionaba con electricidad.
Es una situación vergonzosa para los anfitriones españoles, el Partido Popular (PP), que habían planeado hacer del congreso una muestra tangible de su creciente fuerza desde que asumieron el poder en Valencia de manos de los socialistas en 2023.
Sin embargo, la elección de la urbe en la costa este de España estaba condenada al fracaso desde el principio.
Las dificultades de transporte obligaron a la mayoría de los eurodiputados a tomar un avión a última hora de la noche del lunes desde Charleroi, a unos 60 kilómetros al sur de Bruselas.
Y lo que es más importante, la Comunidad Valenciana fue una de las más afectadas por las inundaciones del pasado otoño, que costaron la vida a 230 personas.
Desde entonces, se debatía la posibilidad de un cambio de ubicación para esquivar las protestas contra la incapacidad del gobierno del presidente, Carlos Mazón (PP), para prevenir y gestionar adecuadamente la catástrofe
Regreso a la Edad Media
Ahora los anfitriones se enfrentan a una situación inédita.
Dependen de que las autoridades restablezcan la normalidad suficiente para seguir adelante como estaba previsto, después de que el apagón catapultara a la ciudad de nuevo a la Edad Media.
Al fallar Internet de forma generalizada, los residentes dependieron de llamadas y radios a pilas para comunicarse con el mundo exterior.
Otras partes de la ciudad funcionaban de manera intermitente.
En el hotel de este corresponsal, junto a la Ciutat de les Arts i les Ciències, no había agua corriente ni ascensores, aunque el aire acondicionado seguía funcionando. Los generadores mantenían iluminados los rótulos de las tiendas cercanas, pero la mayoría de los comercios no podían aceptar pagos con tarjeta.
La situación también plantea interrogantes sobre la capacidad de recuperación de Europa en casos extrema gravedad como éste, una preocupación creciente para Bruselas y los gobiernos nacionales tras la invasión rusa de Ucrania.
En Valencia, las funciones básicas empezaron a reanudarse a lo largo de la tarde del lunes. Sin embargo, muchas cosas seguían en el aire en el momento de redactar este artículo, incluida la funcionalidad del transporte público y el efecto sobre el propio congreso.
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(Editado por VC/PC/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es)
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