Bruselas (Euractiv.com/.es) – A pesar de la crisis política interna, Turquía ha elegido el mejor momento para intentar estrechar lazos con la Unión Europea (UE) y acceder a los futuros fondos de defensa del bloque comunitario.
El presidente turco, Recep Tayyip Erdogan, lo ha calibrado bien.
Ante las protestas masivas por el encarcelamiento del popular líder de la oposición Ekrem İmamoğlu, Erdogan hace lo que mejor se les da a los políticos autoritarios: aprovechar el cambio geopolítico para aplacar a la oposición democrática en su país e intentar ganar puntos geopolíticos en el extranjero.
Durante años, la relación de Ankara con la UE ha sido tensa, sobre todo debido a las tensiones con Grecia y Chipre, pero también a la preocupación por el giro autoritario de Erdoğan, que congeló las perspectivas de estrechar los lazos del país euroasiático con el bloque europeo.
Pero desde que la Comisión Europea abrió la puerta a que algunos terceros países -entre ellos Turquía, el Reino Unido y Noruega- colaboren más estrechamente con la UE en su flamante programa de defensa de 150.000 millones de euros, la Acción de Seguridad para Europa (SAFE), Ankara ha visto una oportunidad.
Debido a sus archienemigos Grecia y Chipre, la reciente campaña de Turquía para acceder a los fondos de defensa de la UE se enfrenta a dos obstáculos muy conocidos.
Por culpa de ambos países, Turquía nunca fue incluida en ninguna de las iniciativas del bloque que requieren de la unanimidad.
Pero el regreso al poder del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y los recientes y vertiginosos cambios geopolíticos mundiales han variado la perspectiva de Bruselas respecto a Ankara, según apuntan fuentes diplomáticas de la UE.
De hecho, en las últimas semanas Turquía ha participado en las cumbres europeas de seguridad, y varios funcionarios europeos han dejado claro el interés del bloque en que Ankara tenga un papel cada vez más activo.
La narrativa más recurrente en los pasillos del poder en Bruselas es ahora –nuevamente- que Turquía sigue siendo un socio afín y un aliado, y que los intereses de seguridad a largo plazo deberían prevalecer sobre los intereses a corto plazo de unos pocos.
La influencia creciente de Turquía
Ankara sabe que la UE la necesita para los futuros planes de “rearme” comunitarios.
Al igual que en anteriores ocasiones, Erdoğan sabe que tiene varios ases en la manga y podría estar dispuesto a utilizarlos, como ya hizo con el acuerdo UE-Turquía sobre los refugiados, y más recientemente al alcanzar un pacto bilateral sobre refugiados con Italia.
Esta vez el acuerdo podría implicar una cooperación económica y de defensa más estrecha con la UE a cambio de una mayor seguridad regional.
Al fin y al cabo, Turquía tiene el segundo mayor ejército permanente de la OTAN, después de Estados Unidos.
En ese sentido, el Secretario General de la OTAN, Mark Rutte, habría presionado a la UE para que estreche la cooperación con Ankara.
En ocasiones anteriores, a Turquía se le presentó –discretamente- un proyecto que mejoraría la movilidad militar de tropas y equipos por territorio de Europa y Norteamérica, para lo cual se requeriría la unanimidad.
La estratégica situación geográfica de Turquía la convierte en clave para controlar el estrecho del Bósforo, una importante ruta marítima y comercial que garantiza el acceso desde el mar Negro al Mediterráneo, y que no dudó en cerrar a los buques de guerra rusos al principio de los primeros días de la guerra, en febrero de 2022.
Si fuera necesario que buques de guerra europeos accedieran al Mar Negro, Ankara tendría la llave.
Una Península de Crimea en manos rusas, cuyos habitantes tártaros tenían muchos lazos históricos con el Imperio Otomano, podría no interesarles.
El poderoso ejército turco también podría ser útil en caso de que un futuro acuerdo de paz para Ucrania incluyera fuerzas europeas para garantizar un alto el fuego sobre el terreno.
En ese sentido, Ankara ha manifestado su disposición a enviar fuerzas de mantenimiento de la paz a Ucrania, tras haber desempeñado un importante papel como mediadora en el acuerdo sobre los cereales del Mar Negro.
Según señalan fuentes diplomáticas de la UE, el material militar turco es una de las opciones más baratas que se pueden adquirir fuera del bloque europeo y ya se ha probado sobre el terreno en zonas de guerra, incluidas Ucrania y Azerbaiyán.
Entre los productos estrella de Ankara figura el sistema de drones Bayraktar TB2, que ha sido un éxito de ventas.
Gracias al primer proyecto nacional turco de aviones de combate de quinta generación, KAAN, Ankara quiere sustituir su vetusta flota de cazas F-16 de fabricación estadounidense.
Algunos países del sur de Europa, entre ellos España y Portugal, y otros del este, entre los cuales figura Polonia, Rumanía y Estonia, compran armamento y material turco a gran escala.
El diablo está en los detalles
En cuanto al acceso a los fondos de defensa de la UE, cada vez más diplomáticos comunitarios creen que es sólo cuestión de tiempo que Europa admita que le será muy difícil prescindir totalmente de Estados Unidos y que también habrá que buscar nuevos “aliados”.
«En algún momento habrá una evaluación pragmática de la situación: necesitamos a esos países (como Turquía) y sus industrias si nos queremos tomar en serio un rearme rápido», comenta a Euractiv una fuente diplomática del bloque.
Esas opiniones encuentran cada vez más eco en los pasillos del poder en Bruselas.
A pesar del «enfoque comprar europeo» –privilegiando la preferencia comunitaria en la compra de material militar- que abandera Francia, «nos estamos acercando en materia de defensa a todos esos países», explica otro funcionario de la UE a Euractiv.
Esa opinión es compartida por varios Estados miembros del bloque, que sostienen que podrían existir maneras de suavizar la histórica rivalidad entre Grecia y Chipre.
La participación de terceros países en la iniciativa SAFE depende de que puedan garantizar un acuerdo de seguridad y defensa con la UE, algo que ni el Reino Unido ni Turquía tienen.
Por su parte, un acuerdo comercial sobre la industria de defensa sólo necesitaría la mayoría cualificada de los Estados miembros para salir adelante, lo cual significaría que Grecia y Chipre, que tradicionalmente se han opuesto a la adhesión de Ankara a cualquier programa europeo relacionado con la defensa y la seguridad, podrían quedar al margen.
Este último se firmaría directamente entre el tercer país y la Comisión Europea, según el último proyecto de texto, el cual ahora puede ser modificado por los Estados miembros para hacer más estrictos -o menos estrictos- los requisitos.
No obstante, algunos diplomáticos de la UE opinan que, si cambian las tornas respecto a Turquía, la actual Presidencia semestral polaca del Consejo de la UE podría renunciar a buscar la unanimidad, en favor de un acuerdo más rápido.
El hecho de que Turquía haya dudado durante mucho tiempo entre alinearse con Occidente y Rusia parece ahora algo secundario.
Ankara no se ha sumado a las sanciones occidentales contra Moscú tras la invasión de Ucrania, y mantiene fuertes lazos económicos y energéticos con Rusia.
Hacer la vista gorda
No obstante, el giro autoritario de Erdoğan, que se ha acelerado coincidiendo con las próximas elecciones presidenciales turcas, podría ser un obstáculo clave para estrechar lazos con la UE.
Pero es posible que Bruselas tampoco pueda permitirse marginar a Turquía.
La reciente detención del alcalde de Estambul, el opositor Ekrem İmamoğlu, pocos días antes de que fuera seleccionado como candidato presidencial para desafiar a Erdoğan en las urnas ha levantado ampollas entre los líderes de la UE.
Pero a pesar de las duras críticas del canciller alemán en funciones, Olaf Scholz (SPD/S&D), Berlín se apresuró a dejar claro que Alemania no frenará una cooperación militar más estrecha con Ankara.
El Elíseo se abstuvo de hacer comentarios en público.
Por otra parte, varios funcionarios de la UE han instado a las autoridades turcas a respetar los principios democráticos. «El respeto de los derechos fundamentales y el Estado de Derecho» son «esenciales para el proceso de adhesión a la UE», subrayaron las fuentes.
No obstante, la mayor parte de jefes de Estado y de Gobierno comunitarios se han mantenido casi en silencio.
Quizás en breve, Bruselas tenga que volver a sopesar qué hacer exactamente con la “patata caliente” turca.
Algunos diplomáticos de la UE creen que el bloque podría tener que hacer la vista gorda debido a la urgencia de la situación geoestratégica.
La situación es distinta si se mira al estancamiento político en el cual se encuentran las relaciones UE-Turquía en otros ámbitos.
La modernización de la Unión Aduanera UE-Turquía y la liberalización de visados, dos peticiones clave de Ankara desde hace años, tienen muy pocas probabilidades de avanzar por falta de reformas, según fuentes cercanas a las negociaciones.
En todo caso, sería difícil de justificar en comparación con otros países candidatos a la adhesión, que han hecho mayores esfuerzos.
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(Editado por Fernando Heller/Euractiv.es)
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