Bruselas (Euractiv.com/.es) – Mientras los viticultores de los países de la Unión Europea (UE) se inquietan por los aranceles de tres dígitos que podría imponerles Washington esta semana, la cuestión al otro lado del Atlántico es si esta nueva «guerra comercial» salvará a la región vinícola californiana o si, por el contrario, agravará su crisis.
Los estadounidenses son auténticos apasionados del vino y beben más que ningún otro país: más de 4.300 millones de botellas al año, de las que entre el 30 y el 40% proceden de importaciones.
Para los europeos, perder un mercado de casi 5.000 millones de euros -su principal destino de exportación- sería un duro golpe.
Incluso antes de que los aranceles entren en vigor -o no- este miércoles 2 de abril, la industria vinícola de la UE afirma que el cierre del mercado estadounidense es «ya una realidad», pues los importadores congelan los envíos, lo que cuesta a las empresas de la UE unos 100 millones de euros a la semana.
Después de que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, amenazara con imponer aranceles del 200% a «todos los vinos, champanes y productos alcohólicos [de la UE]» en respuesta a los aranceles previstos sobre el bourbon estadounidense, la Alianza del Comercio del Vino de Estados Unidos (USWTA), que representa a la cadena de suministro del vino, condenó rápidamente la inminente guerra comercial.
Pero el grupo también envió un mensaje a sus miembros instando a «PARAR TODOS LOS ENVÍOS DE VINO, ESPIRITUOS Y CERVEZA DESDE LA UNIÓN EUROPEA».

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«La cruda realidad es que ahora mismo no hay ninguna garantía de excepción para las mercancías en tránsito en el momento de la promulgación de un arancel», afirma la declaración, firmada por el presidente de la USWTA, Ben Aneff.
La meca del vino en California
A pesar de la posible sacudida, los vinicultores de California, el corazón del vino estadounidense, confían en poder convencer a más consumidores para que elijan opciones locales si finalmente se imponen aranceles, desalentados por el precio de las botellas francesas e italianas.
Natalie Collins, Presidenta de la Asociación de Viticultores de California (CAWG), considera los aranceles «un reto y una oportunidad a la vez», ya que el Estado Dorado produce alrededor del 80% del vino estadounidense.
«Si los aranceles aumentan el precio de los vinos europeos, podría haber una oportunidad para que los vinos californianos salgan favorecidos», comenta Collins, al tiempo que añade que los productores de la UE gozan de un apoyo público del que carecen los cultivadores estadounidenses.
California no es inmune a los mismos problemas a los que se enfrenta la industria vinícola mundial: caída del consumo y exceso de oferta. Collins asegura que los aranceles serían un «parche» para los males del sector, y que las «causas profundas de estos problemas» necesitan soluciones reales.
No es frecuente en sus 45 años de carrera que Rob McMillan, vicepresidente ejecutivo y fundador de la división vinícola del Silicon Valley Bank, haya visto cómo los emblemáticos valles de Sonoma y Napa se ahogaban en uvas sin vender, como ocurrió el año pasado.
«Se trata de una situación insólita», afirma McMillan, que ha pillado desprevenidos a los productores de algunos de los mejores vinos de Estados Unidos. «Es lamentable, porque hace tiempo que sabíamos que esto iba a ocurrir», añade.

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Para agravar la situación, los veinteañeros beben menos vino, asegura McMillan. Las razones van desde la popularidad de los cócteles de moda y el aumento del consumo de cannabis hasta la moderación por motivos de salud o estilo de vida.
Desde 2022, los viticultores californianos han arrancado más de 26.000 hectáreas de vides, según el CAWG, y los expertos afirman que deben desaparecer 50.000 más para equilibrar la oferta.
La UE se enfrenta al mismo problema y está permitiendo que los gobiernos paguen a los productores para que arranquen viñas.
«Se trata de una tendencia preocupante, sobre todo cuando Estados Unidos sigue consumiendo más vino del que produce», afirma Collins.
McMillan señala que, en teoría, los aranceles sobre el vino de la UE podrían ayudar a los viticultores estadounidenses a liquidar su exceso de existencias y disuadir a los productores de la laguna legal que permite a los productores mezclar hasta un 25% de uvas extranjeras en sus botellas etiquetándolas como «vino americano»
Resaca de la guerra comercial
Pero los impuestos a la importación de vinos europeos tendrán un precio. Los productores californianos ya se están resintiendo del boicot canadiense a los vinos estadounidenses, al agriarse las relaciones entre Washington y Ottawa.
«La industria vinícola estadounidense se está llevando la peor parte con la retirada de nuestros vinos de las estanterías», afirma Collins.
McMillan argumenta que los aranceles «han demostrado que generan inflación» y afectarían a otros empleos estadounidenses, en especial a los importadores.
«En años pasados se diría que el alcohol fue resistente a la recesión», añadió. Pero al caer el consumo, los aranceles podrían acabar «subiendo los precios o acabando con las categorías, que es el gran temor», subraya.
Sus homólogos europeos comparten esa preocupación. Nicola Tinelli, de la asociación italiana de la industria vinícola Unione Italiana Vini (UIV), afirma que Estados Unidos representa el 25% de las exportaciones italianas de vino, por valor de unos 2.000 millones de euros al año.
Casi todas esas botellas -el 98%- pertenecen a la categoría de «vinos populares», con precios inferiores a 15 dólares (13,80 euros). Si los aranceles disparan los precios, Tinelli teme que los compradores dejen de comprar vino en lugar de sustituirlo, acelerando la tendencia global a la baja del consumo de vino.

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La caída de la demanda mundial de vino y los nuevos aranceles de Trump han agravado una crisis ya de por sí compleja para el sector vitivinícola europeo.
No es de extrañar, por tanto, que mantener el vino fuera del fuego cruzado de la guerra comercial se haya convertido en la principal prioridad del sector.
Los vinicultores europeos, junto con los productores de bebidas espirituosas, están ejerciendo una fuerte presión contra los aranceles de represalia al alcohol estadounidense, con la esperanza de evitar que la situación se agrave.
Tinelli ve «una oportunidad» en los próximos días, cuando Italia, Francia e Irlanda presionen para excluir al vino de la batalla arancelaria.
«Que la UE ponga en su punto de mira los 250 millones de euros en vino estadounidense que llegan a Europa no será suficiente como para devolverle el golpe a Trump», asegura Ignacio Sánchez Recarte, secretario general del Comité Europeo de Empresas Vinícolas (CEEV), quien señala que la mayor parte del vino estadounidense procede de California, un bastión demócrata.
Desde el otro lado del charco, Collins insiste en que hay espacio para «todos los vinos» en el mercado estadounidense, pero la producción nacional debe tener una «oportunidad justa de competir.»
«El sustento de las familias estadounidenses, las comunidades locales, los trabajadores del campo, el turismo y las industrias aliadas dependen de ello», asegura.
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[Editado por ADM/OM/Euractiv.com y Fernando Heller/Euractiv.es]
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